He leído esta semana que facciones cristianas -no sé si más fundamentalistas que ignorantes o deseosas de llamar la atención-, han denunciado el acoso al que la película La brújula dorada somete a su corriente ideológica.
No ha merecido la pena el tiempo ni el dinero, pero he visto la película para comprobarlo, y sólo he detectado una burda crítica al antiguo régimen socialista de la URSS, apreciable en la omnipresencia del partido al que en el film llaman magisterio, en el diseño del uniforme de los soldados o incluso en esa imaginería arquitectónica tan próxima al constructivismo soviético. Los cristianos no aparecen por ningún sitio.
Ni el material cinematográfico.
Si acaso, un desafortunado piloto de teleserie con alguna resolución visual más o menos chula.
No ha merecido la pena el tiempo ni el dinero, pero he visto la película para comprobarlo, y sólo he detectado una burda crítica al antiguo régimen socialista de la URSS, apreciable en la omnipresencia del partido al que en el film llaman magisterio, en el diseño del uniforme de los soldados o incluso en esa imaginería arquitectónica tan próxima al constructivismo soviético. Los cristianos no aparecen por ningún sitio.
Ni el material cinematográfico.
Si acaso, un desafortunado piloto de teleserie con alguna resolución visual más o menos chula.
La exquisita Nicole Kidman, aparte.
1 comentario:
No es sólo que los cristianófilos lo digan, compañero. Es que el otro día un amiguete me comentaba muy cabreado que a su hijo, en la catequesis, le dijeron que no debía ir a ver la película porque se metía con el cristianismo, con Dios y con qué sé yo. Claro, el niño lo fue contando en casa y este hombre -que traga con la catequesis del niño por empeño de su mujer- se agarró un globo de narices.
La verdad, este renacer del sectarismo cristiano que vivimos acojona un poco. Ya me veo presenciando autos de fe en la vía pública. Y eso que Dios es amor.
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