lunes, 25 de febrero de 2008

Huevos de Oro



Pues aunque parezca mentira, ganó Bardem. Quienes me conocéis sabéis que no soy sospechoso en este asunto y que a mi el bueno de Javi Bardem nunca me ha hecho mucha gracia como actor, si bien tampoco puedo negar que esto de que un español se lleve un Oscar es como ver a Indurain ganando el Tour de Francia, que mola y tal. Y tampoco voy a negarle al bueno de Bardem los méritos... Alcanzar el estrellato partiendo en la carrera con petardos como "Huevos de Oro" o "Jamón Jamón", tiene muchos pero que muchos bemoles. Nunca le han gustado las cosas fáciles a este chico, y eso no le ha hecho acreedor de mis respetos cinematográficos, pero sí de mi más alta consideración en tanto que persona. Vaya valiendo.

Aunque, para ser sinceros, reconozcamos que estar mal en un papel como el que le han concedido los Coen, y en una película tan absolutamente magistral como "No es país para viejos" es cosa harto difícil. Yo creo que hasta Antonio Ozores y sus "androllos" hubieran dado la talla en semejante contexto. Supongo, no obstante, que también ha sido un logro de Bardem saber estar en el sitio y hora apropiados para recibir la llamada de estos genios del cine, así como tener la cabeza lo suficientemente fría como para saber darles un sí. Otra muesca en el revolver. Enhorabuena Javi.

Lo que ya me va a gustar menos es la monserga que nos va dar durante los próximos meses toda esta gente que vive de subirse al carro de los vencedores con el Oscar del Bardem. Al final -ya lo veréis- va a parecer que el éxito es del cine español en su conjunto, lo cual no sólo será una falacia infame, sino también suficiente caldo de cultivo demagógico como para que nada cambie en nuestra maltratada "industria". Para qué vamos a modificar un statu quo -por malo que sea- que de vez en cuando es capaz de parir bardenes. Esto es como ser del Real Madrid: Que cuando gana, ganamos todos, y cuando pierde, pierden ellos solitos.

País de autocomplacencia. País de esperpentos. Manda huevos (de oro).

jueves, 21 de febrero de 2008

Resident Evil en Cómics


Pensaba que estos pastiches solo ocurrían en el mundillo del cine y las versiones musicales de clásicos, pero no. También pasa con los cómics.


Resulta que hace unos diez años la norteamericana Wildstorm (entonces subsidiaria de Image Comics y ahora propiedad de DC), obtuvo la liciencia para hacer una serie de TBO's basada en el celebérrimo videojuego de CAPCOM que -estoy seguro- la mayoría de nosotros ha jugado o al menos ha visto cómo otros lo jugaban. Y quien no, seguro que conoce las pelis (alguna más decente que otra, aunque todas mediocres salvando algunos ratos de la primera). Bien, pues pese a contar en la nómima de esta producción con dibujantes de la talla de Jim Lee, Rafael Kayanan o Carlos D'Anda... Tipos extremadamente competentes que entonces comenzaban y que hoy son figuras en este negocio y por derecho propio, Wildstorm hizo uno de los pastiches más cutres, ilegibles y pedorros que yo haya tenido el disgusto de leer.


Justo lo mismo que cuando se coge un videojuego y se lleva al cine. Justo lo mismo que cuando el cine se hace videojuego. Justo lo mismo que suele ocurrir cuando la gente confunde los medios de expresión y el tocino con la velocidad.


Los culpables: Kris Oprisco y Ted Adams (hoy jefazos en Wildstorm, que sigue dedicada a esta cosa de obtener licencias para cómics de videojuegos y películas de éxito... lo que los guiris llaman "pin-ups"). Estos tipos -que demuestran en cada uno de los encuadres no haber leído muchos TBO's" y menos todavía haber jugado al Resident Evil- hicieron una tanda de guiones tan absolutamente nefastos que la publicación, que se pretendía larga, sólo llegó a alcanzar los cinco números. Tiempo después reincidieron tratando de resucitar el RE en cómic y volvieron a fracasar justamente en el punto de partida. Todo es una cuestión de concepto y habilidad narrativa. El concepto de estos cómics falla porque se limitan a reiterarte lo que ya se cuenta en los videojuegos (y anda que no se podían hacer otras cosas)... Y la habilidad narrativa es completamente nula porque no hay línea argumental, ni hilo conductor, ni orden, ni tienen al menos la habilidad necesaria para explotar el talento de sus dibujantes, ni hay concierto. Es como darle un lapicero a un chimpancé con la pretensión de que te escriba El Quijote.


En fin. Un desastre. Pero también por ello un perfecto ejemplo docente (alguien me dijo que de lo malo se aprende más que de lo bueno, y es una gran verdad).


Además, algo hay de salvable. Dado que estos cómics se concibieron en base a episodios cortos -incluyen tres o cuatro por número- hay algunos, pocos, que son rescatables de la debacle y que merecen el esfuerzo. Por ello, como los coleccionistas, los fanáticos, los obsesivo-compulsivos, los parafílicos del papel y los frikis (seleccione su opción) somos tan macarras que nos apuntamos incluso a los desastres y, para que os unáis a la juerga, os he puesto es link en el que os podéis descargar los cinco números enteritos y en castellano:




Y es interesante que aprovechéis la ocasión por que además son inencontrables, ergo tienen su valorcillo añadido. ¿Quién da más?


De nada, Hermanos, y ya me contáis.

jueves, 14 de febrero de 2008

Katzenbach

Mucho tiempo hacía que una de esas mamotréticas novelas superventas que hacen los estadounidenses me dejaba tan buen sabor de boca como ésta. Cierto es que no leo mucho material de este tipo, pero cuando cayó en mis manos -porque así somos los lectores compulsivos-, ya no me quedó otro remedio.
Probablemente, la mejor baza de Katzenbach (a quien ya conocía de su "Psicoanalista", un texto de buena tensión culminado por un desenlace algo raquítico que me dejó bastante frío) a la hora de narrar las peripecias de este detective esquizofrénico que trata de averiguar quién es el enfermo del psiquiátrico que se dedica a asesinar al personal, sea el gran trabajo de investigación que hay tras el relato. Se percibe en cada página que Katzenbach conoce bien este tipo de instituciones, cómo funcionan, qué se hace en ellas y para qué, cómo se trata a los internos y qué estrategias siguen habitualmente los terapeutas. Y ya sólo por el mérito de introducir al lector con una buena dosis de rigor en el submundo de las instituciones mentales -esas de las que tanto se habla en todas partes, pero que tan poca gente conoce realmente- la lectura merece mucho la pena. También, por cierto, el autor ha sabido definir perfectamente a sus personajes, conocer sus entresijos y mostrar, con ello, una imagen bastante real de ciertas patologías mentales como la esquizofrenia... De la que también hay muchos tontos diciendo muchas cosas a voz en cuello, pero que casi conoce en sus verdaderas dimensiones y ramificaciones.
Una lectura muy maja y entretenida que, esta vez sí, Katzenbach ha sabido cerrar con un final adecuado al relato y que deja en el lector esa maravillosa sensación de no haber perdido el tiempo con el esfuerzo. Sólo una pega, queridos galateos, que toma la forma de una pregunta: ¿Por qué ignota razón los autores de best-sellers tienen la odiosa manía que utilizar cuatrocientas páginas para contar cosas que se explican perfectamente con trescientas? Hacedla extensiva al cine: ¿Para qué hacer una peli de tres horas que, en condiciones normales, se contaría maravillosamente en dos? A lo mejor es que la cantidad es más importante que la calidad y yo estoy más desfasado que Santa Teresa.
En todo caso, una novela muy recomendable para cuando no tengáis nada mejor en el horizonte.

martes, 12 de febrero de 2008

La Soledad triunfa en los Goya


Este año ha sido la película La Soledad, de Jaime Rosales, la que ha triunfado en los Goya. Rosales ya llevaba una trayectoria prometedora con su opera prima, Las Horas del Día, que se centraba en las andanzas de un psicópata.
Al igual que algunas otras películas españolas recientes, como Ficción, de Cesc Gay, La Soledad opta por un registro cotidiano, costumbrista, pero llevando al límite su realismo, naturalismo cabe decir.
De forma que presenciamos continuos momentos cotidianos en el grupo de mujeres que protagonizan la película. Desde luego, Rosales ha puesto la carne en el asador para satisfacer a esos mirones que somos los cinéfilos, dejando espiar la intimidad de sus personajes.
Quizás al espectador de hoy le empiecen a venir grandes las grandes epopeyas bíblicas o las aventuras en continentes perdidos; resulta más placentero espiar esas intimidades ajenas, sobre todo cuando están retratadas de forma tan creíble. No sabría decir si es una riqueza del espectador o un empobrecimiento: nos resulta más fácil empatizar con la cajera de supermercado, con la madre abnegada que lleva el niño a la guardería, antes que con Flash Gordon o Hannibal Lecter.
Sin el apoyo de una música incidental, sin el recurso del manido plano/contraplano, sin un montaje puramente cinematográfico, somos invitados a participar en estas vidas anónimas.
No hace falta, a estas alturas, que insista en que la película me ha entusiasmado. Sin embargo, sin diré que, para mi sorpresa, a menudo me asaltaba la sensación de que Rosales, dentro de esas estampas costumbristas tan agudamente realizadas, no estaba sabiendo crear una imagen de conjunto, pues la película de desmigajaba en multitud de secuencias perfectamente sólidas. Quizás el cineasta no estaba sabiendo sacar conclusiones de un material dramático tan rico.
Como baza de la película tenemos, sin duda, el desconcierto que causa, pues con ese ritmo ceremonioso, demoradamente lento, va conformando esas historias que presenciamos continuamente, sin embellecerlas, sin querer apostillar.

sábado, 9 de febrero de 2008

Juanito (VII)


El día que cumplió cinco años fue el que eligió Mila para introducir a su padre en las misteriosas delicias del otro sexo.
A partir de entonces, durante lustros, lo había conducido por los confines de la lujuria abismal, suculentas prácticas que incluían desde la necrofilia con un finado miembro de la familia que se prestó sin rechistar a sus requerimientos, hasta el ménage à trois con un encumbrado clérigo afecto de la casa, hoy relevante partícipe de la Conferencia Episcopal.
El padre suponía que el dulce descenso a tales profundidades no tendría fin, pero llegó Juanito, y las puertas de la alcoba de la niña se le cerraron de repente.
Para siempre.
También se le esfumaron en la cara esas razones para vivir que había atesorado con consciencia de último recurso.
Al final de una tarde, harto de no poder conciliar el sueño una vez más por los gritos de agónico placer de la pareja de mozalbetes, a la que hoy se unían los alaridos de los vecinos acéfalos encendidos por un partido del derby local, decidió tirar de la tableta de narcolépticos de su mujer, primero tomándose un par de comprimidos, y después tragándose todos los demás, a ver qué es lo que pasaba.
El hombre, viejo socio del Sevilla F. C., despertó poco después en un pasaje ardiente junto a un tipo con cuernos y una camiseta blanca y verde que le sonreía con desprecio.
Le preguntó si se había muerto, le pregunto si había ganado el Betis, le preguntó si estaba en el infierno.
El cornudo respondió afirmativamente a las tres cuestiones.
- ¡Pues empezamos bien la puta noche! -Se dijo el padre de Mila.

martes, 5 de febrero de 2008

En bolsillo


Amigos, mañana 6 de febrero llega a las librerías la edición de El imán y la brújula en Zetabolsillo. Cada vez que mis novelas llegan a estas ediciones, más accesibles para todos, tengo la sensación de que están donde deben estar; su precio debe ser el último obstáculo que nos impida conseguir un libro.

lunes, 4 de febrero de 2008

Juanito (VI)


El Tuerto no puede creer que al fin haya llegado el momento.

Tras meses de rigurosas observaciones y vigilias tiene una ocasión. Están sólos en el enorme chalet. Sus sueños de venganza van a verse cumplidos y percibe, sólo de pensarlo, una vaharada de placer recorriéndole el abdomen, vacíandole las entrañas, dejando en su interior una oquedad infinita.

Roe la piel del sapo verrugoso que guarda en el bolsillo entretanto se desliza por un ventanuco del sótano. Busca la navaja. Sube por la escalera en penumbra. Espera tras la puerta entornada sin escuchar otra cosa que su respiración ansiosa y desacompasada. Asume que ha llegado el momento y tira del pomo.

Ella le está esperando. Callada y desnuda. Con el hermoso cabello violeta danzando lento sobre los senos. Él se encuentra perplejo, no sabe qué pensar, no sabe qué hacer, no encuentra nada que decir. Su único ojo, deslumbrado, parpadea. La chica le sonríe maliciosa y un atisbo de alarma se pergeña en su mente. Tarde. Nunca fue muy rápido en eso de pensar. Jamás fue rápido absolutamente en nada inteligente. Juanito sale del ángulo muerto sin decir ni pío y le perfora el bueno con el mango de una cucharilla. Se hace de noche. Eclipse total. Está a punto de perder el conocimiento a causa del dolor. Lo perderá, se marcha, lo siente. Como de fondo, lejos, ya en el filo mismo de la consciencia, escucha un estremecedor intercambio de opiniones.

-¿Qué toca? -. Pregunta él.
-Creo que canibalismo -. Contesta ella.