martes, 31 de marzo de 2009

Testamento Eastwood

Tras el retorno del oasis malagueño, quien más y quien menos nos hemos tirado una semana para volver a centrar cuestiones, y parece mentira que apenas dos días de expansión y gozo puedan descabalarle a uno la vida de semejante modo pero, una vez recuperados del maravilloso trauma, vengo a cumplir con la deuda contraída en tierras andaluzas con el hermano Biedma, quien me pidió un comentario de esta película que, ya de entrada, os digo que a mi me ha gustado mucho y por variopintas razones.
El testamento actoral de Eastwood, quien ya ha dicho por activa y por pasiva que todo lo que haga de aquí en adelante será tras la cámara y nunca delante de ella (aunque ya sabéis que se dicen muchas cosas), narra la peripecia de un señor mayor que, de pronto, observa cómo el mundo ha cambiado a su alrededor tan drásticamente que se siente incapaz de comprenderlo. Anclado en viejos paradigmas y teorías, de súbito, el buen hombre, un cascarrabias ultraconservador y un amargado de tomo y lomo, se da de bruces con el hecho de que todo en esta vida es coyuntural -empezando por la vida misma- y que aquellos valores que defendió furiosamente en su juventud ya no sólo han perdido vigencia sino que, simplemente, ni existen. Así, nos vemos ante el desencanto, la sensación de fracaso absoluto, el final del sueño americano representado en este Eastwood -sublime- que choca frontalmente con una realidad que le ha superado y que no puede ni quiere comprender.
De ahí partimos. Y ahí me quedo. Me planto porque a muchos de los que no hayan visto la película -que ni se puede ni se debe contar- les sorprenderá su desarrollo y su desenlace en la misma medida que una muy hábil campaña publicitaria te hace imaginar una historia que luego no se corresponde en absoluto con lo que se te narra en la pantalla. Pero es que lo se te cuenta es mejor que lo que te habías imaginado. Menos tópico, menos pretendidamente moralizante, poco tendencioso, más humano y, sin duda, mucho más interesante. Tan sólo un dato: Eastwood es un hombre que, llegando al fin de sus días, percibe que ha fracasado. Un tipo en busca de redención, de un motivo que justifique una existencia que ha sido larga y menos productiva de lo que él suponía... Una redención que, paradójicamente, va a encontrar justo en el último lugar en el que habría ido a buscarla por sí mismo. Sorpresas te da la vida que diría Rubén Blades.
Visual y ambientalmente la película se parece mucho a Mystic River. Cine de barrio de clase media, de vida rutinaria, de tipos que se cruzan y saludan por la calle, que se sientan en el porche de la casa a tomar el fresco, que siegan un jardín minúsculo los domingos por la mañana, que se cortan el pelo en la barbería de siempre, van al supermercado, beben cerveza al sol de la tarde y hacen chapuzas para entretenerse en el cuarto de los trastos. Con el paso de los años Clint Eastwood ha venido a descubrir que las mejores historias, aquellas que realmente merece la pena contar, suelen ocurrir en las juntas de vecinos, en los portales, en la casa del labriego, en el bar de la esquina o en el gimnasio. Que las historias verdaderamente buenas suelen ser las historias de todos los días. Las de Juan y Juanita que, mira tu por dónde...
Eastwood transmite muy bien todo eso. El pan de cada día. La existencia normal que nos vemos obligados a afrontar a diario y en la que irrumpe la casualidad. Interviene el azar para transformarlo todo y convertir la vida anodina de los tipos anodinos -de todos nosotros- en algo distinto, sugerente, interesante, profundo, en lo que habría que pensar y ante lo que se ha de tomar partido. La consecuencia es que Gran Torino -que por cierto, aunque de entrada suena extraño, se convierte en un gran y apropiadisimo título cuando has visto el filme- es una película reflexiva, pausada, repleta de personajes en transición, de gente desintegrada que trata de integrarse, que busca su lugar en el ciclo de las cosas y que pretende asumir los vericuetos de la existencia de la manera menos traumática posible. Una historia obligadamente plana, que gira inesperadamente, que no adiestra ni ofrece mensajes facilones, recetas o pretextos. Con un corolario sencillo: "esto es lo que hay, haz con ello lo que te apetezca".
El testamento actoral Eastwood cuaja en una excelente película, sin trampas ni artificios. Triste, pero grande, hecha para gente a la que le gusta el cine más allá de los cromas, los tiros, las explosiones, las naves espaciales, la sangre facil, los zombis, el gore y la Tierra Media. Que también.

jueves, 26 de marzo de 2009

GALATERÍA




Entre la parafernalia de memorandos encontré inquietantes indicios sobre la existencia de una conspiración galatea...

Jerónimo Tristante
Pedro de Paz

lunes, 23 de marzo de 2009


"La historia de un país es también la historia de sus conspiraciones"
Pedro Costal
"Estos muchachos empiezan a preocuparme"
Billy Gates
"Nunca nadie se había negado a asistir a mi programa. Malditos Galateos"
Sanchez Dragón

Mejor con un libro














Málaga. Finales de marzo. Ha culminado el proyecto que tanto esperábamos: ha nacido la asociación "Mejor con un libro". Que viva por muchos años...

Avance informativo

(Pinchar en la foto para ampliar)


Galateeeeeos, galateeeeeeos, oe, oe, oe....



Pakoooooooooosky, pakooooooosky, oe, oe, oe....

martes, 17 de marzo de 2009

Watchmen (Anexo)


Aunque todo lo que había que decir sobre la película figura ya en la excelente reseña del hermanos Pakosky, no me resisto a apostillar...


1) Que encontraréis en ella los mejores cuarenta minutos de cine lluvioso que se han rodado desde que el primo de Ridley Scott rodó la famosa historia de Deckard y los replicantes.


2) Que del resto de sus casi tres horas de metraje tampoco eliminaría un solo fotograma, así que no sé que hacéis leyendo esto si aún no la habéis visto.


3) Que me he colado, sí hay algo mucho más interesante que ir a ver la película: leer la novela gráfica de la que parte.


4) Que cuando nos pregunten cuál es la película más realista que se ha rodado sobre superhéroes ya no tendremos que pasarnos un rato rascándonos el cogote.


5) Que seguimos haciendo cábalas sobre lo que podría haber hecho el incomparablemente más creativo Terry William, uno de los muchos nombres que se barajaron para realizarla, con este material.


6) Que, aprovechando la moda Watchmen, el amigo Francis P. Fernández/Paco y yo hemos comenzado a escribir el guión de una secuela que transcurre en España y de la que ya os podemos adelantar que comienza cuando Aznar resulta reelegido como presidente -para situaros en los nefastos momentos que corren- y que nuestro hermano Panadero ya ha confirmado su participación en el papel del Dr Vallecas.

sábado, 14 de marzo de 2009

Cuanto friki suelto, Dios... (yo, el primero)

¿Sabías que existe una wikipedia donde se describe de forma precisa y exhaustiva todo el armamento (marca, modelo, calibre, alcance...) empleado en un monton de películas de acción?

El IMFDB (Internet Movie Firearms DataBase)

A modo de ejemplo, ficha del armamento empleado en la película TERMINATOR y en TRAINING DAY

Ya no hay hombres como los de antes

Mataría por un personaje así para una de mis novelas.

Lethal Weapon I» (1987), escena descartada del montaje original)

jueves, 12 de marzo de 2009

La culpa fue de Lucio Fulci




Es imposible no haber oído hablar en estos días de la llamada matanza de Winnenden. Un adolescente mata a quince personas por las buenas, después de anunciarlo en un chat de Internet.
"Estoy harto, siempre lo mismo, todos se ríen de mí, nadie se da cuenta de mi potencial. Lo digo en serio, tengo armas aquí y mañana a primera hora iré a mi antigua escuela y habrá una verdadera barbacoa".
Acabo de escuchar los comentarios que hacen sobre el caso en Radio Nacional, y no puedo dejar de lamentar que sigan insistiendo en los tópicos de siempre. Aluden a que era depresivo. ¿Acaso "depresivo" y "psicópata" son sinónimos? ¿De esta manera pretender colaborar a que la sociedad acepte a las personas con problemas mentales? Porque haciendo tanto hincapié en detalles como ese, los periodistas no hacen más que potenciar los prejuicios. Precisamente cuando las estadísticas demuestran que los enfermos mentales suelen ser pacíficos.
Pero no queda ahí la cosa, y continúan mencionando la adicción del adolescente a los videojuegos, el gusto que tenía por las armas, y su afición a ver películas "de contenido violento" y cine porno.
Para rematar la faena, no viene mal un poco de sociología de salón, y comentan que los jóvenes de ahora, ya se sabe, no tienen valores, se han perdido las buenas costumbres, bla bla bla...
No es de recibo hablar de asuntos tan complicados -quince asesinatos, nada menos- de forma tan sencilla. Muchas veces, para los medios de comunicación, es fácil impartir doctrina, aleccionándonos de lo pernicioso de ciertas condiciones humanas, determinadas aficiones. Casi siempre, lo hacen sin saber muy bien de qué están hablando. Lo que cuenta es crear un fenómeno mediático sensacional, que acapare la atención unas cuantas semanas, hasta que suceda algo nuevo. Recordemos el caso del asesino de la baraja, en el cual la negligencia de ciertos periodistas, que hicieron correr rumores, llegaron a influir en el propio asesino, quien, de hecho, empezó a dejar naipes a raíz de que los medios comentasen, equivocadamente, que los dejaba en la escena del crimen.
Por otro lado, esto ya viene de atrás: cuando a principios de los noventa, aparecieron los llamados "asesinos del juego de rol" en Madrid. O el muchacho de la Katana, que se cortaba el pelo como no sé qué personaje de una aventura gráfica. ¿Realmente creen que eso, las películas, los videojuegos, o un simple peinado, son la causa de estos asesinatos? Quizás, al reducir los elementos de la ecuación hasta encajarla en una visión de los hechos muy simple y reductora, mucha gente lo acepte.
Y al final, en lugar de preguntarnos cómo han sido educados, qué valores han inculcado a estos jóvenes asesinos, en qué medio se han desarrollado, sin siquiera preguntarnos cómo viven o cómo respiran, preferiremos pensar que sí, que la culpa fue de Lucio Fulci... Y nos quedaremos tan tranquilos.

lunes, 9 de marzo de 2009

I've been watching the Watchmen

Pues no está tan mal.

A ver si explico: si te pones en plan pureta y le buscas tres pies es evidente que la película no recoge -ni puede- toda la riqueza argumental del cómic. Primero porque se necesitarían veinte horas de metraje; segundo, porque tendrías que estar recurriendo constantemente al salto presente-pasado (eso que los cursis y los pedantes llaman "flasbak") que cuando se lee funciona muy bien, pero que en el cine resultaría tremebundo; tercero, porque habría que tratar de llevar a la pantalla innumerables conceptos metafísicos, en plan 2001, que harían la película abrumadora para el espectador. Por eso los guionistas han recurrido a una técnica rudimentaria pero efectiva: agarramos el tronco central de la historia, señalamos las ramificaciones meramente imprescindibles, damos los saltos inevitables, introducimos todas y cada de una de las escenas y episodios impactantes del tebeo, y así podemos llegar al final de un modo que más o menos se entienda sin dejar de entretener. Y funciona. La peli se va a las 2 horas y 45 minutos -que ya es tela- y se aguanta bastante bien porque el ritmo es razonable y la información va más o menos bien dosificada.

La estética es modernilla -algo gótica para mi gusto, lo cual la aleja del sabor del comic USA clásico que forzaron Moore y Gibbons en su trabajo deconstructivo y desmitificador- y las escenas de acción están bien rodadas, con mucho dinerito y salero. Vale, también hay mogollón de croma en plan 300, que a Snyder le pone a pesar de que muy a menudo sea totalmente gratuito, pero está puesto al servicio de la reproducción escrupulosa de todos los clichés visuales del cómic (hay planos que son, tal cual, la viñeta misma y los lectores más mitómanos los identificamos en el acto, verbigracia, esa chapita del smiley girando, cayendo justo como debe, manchándose tal y como tiene que mancharse con la sangre del Comediante, y etcétera). Obviamente, otro de los puntos fuertes es la música que reproduce perfectamente las canciones a las que se hace referencia a lo largo del tebeo, y produce una sensación realmente sugestiva ver las viñetas moviéndose en la pantalla al ritmo de las canciones de Dylan, Hendrix y compañía. Muy videoclipero. A ver, mozos, estamos en los años 80.

Lo ideal es hacer el experimento que yo realicé para ver si realmente funcionaba. Me empeñé en ir a verla con alguien no maleado, que no hubiera leído el cómic. Y a ese alguien le encantó lo cual muestra a las claras que la peli marcha y cumple, de paso, con otra función no menos importante: hace nuevos lectores.

Insisto. No está tan mal.

Y debe ser porque me esperaba un completo bodrio que al final no me ha disgustado... Por supuesto tiene sus pegas. La fundamental es que a veces se lo ponen excesivamente fácil al espectador lo cual banaliza algunos elementos y matices que en mi opinión no son nada banales. Esto explica que hayan modificado determinados contextos sin alterar el fondo, pero sí la forma en un ejercicio del tipo: "a ver cómo le cuento yo esto a un niño de cuatro años". No pasa a menudo, pero sí resulta ofensivo cuando el hecho es que la película es violenta y dura, claramente destinada a adultos, y te encuentras con que al mismo tiempo no duda en tratarte como a un enano mental si se tercia. Licencias para satisfacer al público estadounidense, supongo. Sea como fuere, opino que no es tirar el dinero y merece el esfuerzo.

Hala, ya podéis ponerme a bajar de un burro.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La lista negra de libros


Ayer se presentó en Fnac de Callao la antología de relatos policiales La lista negra, que ha editado Salto de Página.
Comparecieron, en su condición de sospechosos habituales, cinco de los autores recogidos en este libro: Javier Puebla, Óscar Urra, Pedro de Paz, Nacho Faerna y Carlos Ortega Vilas.
Y mostraron una actitud abierta, alejada de los clásicos, frente al género. Como se puede leer en sus cuentos, ellos eligen otros escenarios, otros personajes, otras formas de contar las historias, de forma que sus obras resultan novedosas.
No obstante, a petición de Javier Sánchez Zapatero, uno de los antólogos de La lista negra, los cinco que comparecieron, tuvieron que recomendar sus títulos favoritos de la novela negra.
Óscar Urra no dudó en recomendar clásicos de la novela negra española, como Tatuaje, de Vázquez Montalbán, o Prótesis, de Andreu Martín.
Javier Puebla quiso distinguirse del resto al recomendar, como novela negra, Lolita, de Nabokov.
Nacho Faerna recordó a Jim Thompson, con títulos como 1280 almas o El asesino dentro de mí.
Por su parte, Carlos Ortega, se decantó por una novela negra más intimista, al estilo de Patricia Highsmith.
Pero sin duda, fue Pedro de Paz, al que podemos ver en la afoto, el que hizo las mejores recomendaciones: 1280 almas y Yo, el jurado, de Mickey Spillane. ¡Dales fuerte, Pedro!

Propongo que todos nos impliquemos en este post, y dejemos nuestras recomendaciones de novela negra.

martes, 3 de marzo de 2009

Con Z de Zombi

Hace un mes.

Un amigo amante del género cual servidor de ustedes me pasa esta novela de Max Brooks (en efecto el hijo del no siempre bien ponderado Mel Brooks y de Anne Bancroft) y me dice: "tío, te va a encantar". Llego a casa, y como no me ofrece mucha confianza -porque soy tan tonto como cada hijo de vecino y tengo tantos prejuicios como el que más- la pongo en un hueco libre del estante y me olvido... Total, que el viernes pasado, despues de visionar REC por enésima vez, aún no satisfecho con mi precaria ración de carne humana, mis ojos caen en el tocho (porque es un tocho), lo cojo, lo abro, empiezo... Y ya no paro.

De tres sentadas me comí esta historia-collage en la que el autor asume el papel de un supuesto observador de Naciones Unidas que se recorre el mundo a diestro y siniestro a fin de recabar testimonios de primera mano con los que componer una historia, alternativa a la oficial, de la gran Guerra Mundial Zombi. Porque claro, la guerra ya ha terminado, los muertos han vuelto a estar bien muertos, y los escasos supervivientes al gran colapso de la humanidad andan en la tarea de reconstruir lo poco que ha quedado en pie.

Así, el imaginario observador de la ONU va reuniendo testimonios de primera mano, algunos de personajes clave en el curso de los acontecimientos, otros de tipos anónimos que simplemente pasaban por allí. Militares, políticos, médicos, artistas, amas de casa, policías, fontaneros, albañiles, enfermeras... infinidad de puntos de vista y un enfoque interétnico e intercultural que dan como resultado un acabado final de enorme realismo. A veces incluso llegas a olvidarte de que no es más que ficción, confundes planos ontológicos, e imaginas que te enfrentas a un ensayo. Muy bien hecho, muy bien documentado, muy eficaz.

Lo mejor es la preclara comprensión que el autor tiene de lo artificioso de la realidad humana, consistente en dar por sentadas millones de cosas carentes de valor real cuando lo perentorio pasa por la mera supervivencia del contar los días. Imaginadlo por un momento: nada es como debe ser porque los muertos no se mueren, los vivos no quieren convertirse en muertos que no se mueren, el armamento convencional no sirve de nada, los gobiernos carecen de razón de ser, nos hemos quedado sin energía ni combustible de manera que el 90% de nuestra basura tecnológica es residuo, las leyes ya no existen, ni el sentido común, ni algo que se pueda llamar cultura o sociedad más allá de las necesidades impuestas por el ansia de sobrevivir. Ni tan siquiera la guerra tiene sentido en sí porque el enemigo es ingente, implacable, no hace prisioneros y tampoco se plantea ideas como la negociación y la rendición.

Y descubrimos atónitos que ser corredor de bolsa, asesor financiero, cineasta, banquero, abogado, escritor, actor, director teatral, profesor, famoso, técnico informático, analista de sistemas, crítico o periodista es, en sí mismo, inútil cuando impera el caos. Porque lo que verdaderamente es importante es contar con gente que sepa arar un terreno, instalar un cableado, soldar tuberías, hacer una silla, fundir metales, coser ropa o criar ganado. Eso que por lo general pagamos mal, creemos estupidamente que puede hacer cualquiera, y no queremos para nuestros hijos.

Los muertos se levantaron de sus tumbas, y sobrevivimos. Pero no nos salvaron todos esos inútiles que copan la prensa y a los que votamos creyendo absurdamente que nos arreglarán la vida.

Revelación.

domingo, 1 de marzo de 2009

ORSI


Desde hace unas cuantas semanas, mi gran amigo Guillermo Orsi, tiene abierto durante las veinticuatro horas del día uno de los mejores blogs que te puedas encontrar aquí abajo. Sin pedirle permiso siquiera, con la confianza de los que comparten tanto, os invito a una muestra de su café porteño. A continuación, encontraréis un enlace a la bitácora. Y, en todo momento, la recomendación sin reservas de cualquiera de sus inconmensurables novelas.





El verdadero amor es el primero. Los demás son historias. Felices, algunas, desdichadas, otras, nunca indiferentes si de amor se trata.Pero el auténtico, el que nos partió el alma y ni creciendo pudimos sellarla, es el primero.Mi primer amor vivía en la casa de al lado.Rubia, inalcanzable para un pibe de siete, ocho años. Algo más que un muro de tres metros de alto nos separaba: mi timidez. Escritor precoz, poeta por necesidad, intenté conquistarla enviándole cartas que, envolviendo una piedra, arrojaba por encima del muro, durante la inacabable hora de la siesta.Ella las recibía, lo supe por sus miradas, a la tarde cuando, terminada la siesta que yo jamás dormía pese a las intimaciones de mi madre, se abrían las compuertas del barrio y todo el chiquilinaje salía en oleadas a la calle. A jugar a la pelota, los varones, a andar en bici o en patines, las chicas, y en algún momento, a la escondida, juego mixto en el que nació más de un romance.


Un día, una de mis cartas misiles dio de lleno sobre el techo de chapa del taller en el que trabajaba el padre de la rubia que, al regreso de la fábrica en la que era obrero, arreglaba bicicletas, monopatines y triciclos, supongo que para redondear un salario decente y poder alimentar y educar a sus tres hijos, rubia incluida.


Escándalo y bochorno.


El tipo llamó a la puerta de mi casa, furioso con ese salvaje que tiene ahí encerrado, gritaba, y mi madre que, al tiempo que se deshacía en disculpas, me anticipaba moviendo como guillotina su mano izquierda la magnitud de la biaba que se venía.No era para menos, tirarle piedras al vecino por sobre la medianera. El tipo, hay que decirlo, fue cauto pese a su indignación y no reveló que la piedra había llegado envuelta en una carta de amor.Pero ella, rubia y, como toda rubia, jactanciosa, aprovechó el escándalo para mostrar a todo el mundo no sólo la última sino todas las cartas que, a lo largo de semanas, habían llovido sobre su jardín. Piedras y más piedras que, al hacerse públicas entre mis amigos del barrio, cayeron sobre mí como una tormenta de granizo.


En esa época y a nuestra edad, la mayor vergüenza entre todas las vergüenzas era que las turbas de pantalón corto te señalaran gritando está de novio, está de noooviooo...


Quedaba claro que, a partir de esa denuncia colectiva, ya nada sería igual.


Tampoco lo fue esta vez. A las pocas semanas, el vecino con sus tres hijos incluida la rubia se fue del barrio. Mi madre me acusó de haber provocado esa mudanza con mis piedras de amor.


También nosotros nos mudamos, meses más tarde, y aproveché el cambio de casa para dedicarme a crecer.


Volví al barrio cuando cumplí veinte años. Faltaban pocos días para ingresar a la milicia, que era obligatoria, y para mí, como para cualquiera que le haya tocado, era como ir a la guerra y antes de alistarse había que dejar las cosas en orden , entre ellas, los recuerdos.


Ahí estaban las dos casas, tal y como las habíamos dejado. Me detuve frente a la de la rubia y toqué el timbre, decidido a inventar cualquier excusa cuando me abrieran, sólo quería cerciorarme de que ya nada era igual y que mi mundo de la infancia estaba habitado por extraños.


Como nadie respondió a mis timbrazos, acabé recogiendo una piedra y arrojándola con fuerza y efecto suficiente -además de mi conocimiento del terreno- para dar otra vez de lleno sobre el techo de chapa del taller del fondo. Oí el estampido, di media vuelta y me alejé a paso rápido. Esperaba que alguien me reclamara por lo que había hecho, que una barra de pibes atorrantes me siguiera, gritando está de novio está de novioooo.


Me detuve y me di vuelta, al cabo de varias calles en fuga.


Nadie me seguía, nadie volvió a acusarme, ni esa tarde ni ya nunca, de estar enamorado.



Los héroes olvidados

Año 1993. Espacio de televisión Código Uno dirigido y presentado por Arturo Pérez Reverte. En el programa de esa noche se emite un reportaje en el que un hombre denuncia que, tras recurrir a los servicios de dos prostitutas, éstas lo drogaron con ánimo de robarlo. Su nombre: José Tojeiro (o Toxeiro) Díaz. Su forma de narrar los hechos, su prestancia y su desenvoltura ante las cámaras marcarían un hito en la historia de la televisión. Tras la emisión de tamaño testimonio tuvieron que poner dos bloques seguidos de publicidad porque los presentes en el plató se revolcaban de la risa.

Con él, nacía la leyenda.

«Me echaron droja en el colacao, que yo noté que durmiera muchas horas»

Hasta el grupo Def Con Dos terminaría por dedicarle una canción.