La última entrada de año, para ellos, fue la que hicieron en el presente; se enorgullecen de ello en el edicto que acaban de publicitar.
Lo recoge El secreto dialecto de los recuerdos manuales, una gaceta elaborada por enfermos psiquiátricos españoles y latinoamericanos, con nombre extraído de una novela de China Miéville, que hace mucho constituye prácticamente mi única fuente de información.
Por ella sé que los miembros de esa especie de agrupación temporal han decidido quedarse en el 2007. Para siempre. En su manifiesto, triste y fiero, juran que jamás desertarán de este año. Con lo que ha tenido de bueno y de malo, se han encariñado, es el suyo, y no quieren otro. Afirman que los demás podemos seguir mudando de lealtades cada doce meses, que ellos se quedan aquí.
Supongo que, por mucho que torzamos el gesto ante la noticia, cuando el día uno por la mañana sepamos los detalles de su final, reconoceremos con un punto de admiración que los demás nos hemos vuelto tan transigentes con los manejos del poder, que ya estamos dispuestos a cualquier inversión -cambios horarios, monetarios, idiomáticos- si nos viene endilgada con la energía suficiente por la potestad institucional de turno. Ellos, no; ellos se niegan, se resisten.
Firmes.
Recalcitrantemente.
Lo recoge El secreto dialecto de los recuerdos manuales, una gaceta elaborada por enfermos psiquiátricos españoles y latinoamericanos, con nombre extraído de una novela de China Miéville, que hace mucho constituye prácticamente mi única fuente de información.
Por ella sé que los miembros de esa especie de agrupación temporal han decidido quedarse en el 2007. Para siempre. En su manifiesto, triste y fiero, juran que jamás desertarán de este año. Con lo que ha tenido de bueno y de malo, se han encariñado, es el suyo, y no quieren otro. Afirman que los demás podemos seguir mudando de lealtades cada doce meses, que ellos se quedan aquí.
Supongo que, por mucho que torzamos el gesto ante la noticia, cuando el día uno por la mañana sepamos los detalles de su final, reconoceremos con un punto de admiración que los demás nos hemos vuelto tan transigentes con los manejos del poder, que ya estamos dispuestos a cualquier inversión -cambios horarios, monetarios, idiomáticos- si nos viene endilgada con la energía suficiente por la potestad institucional de turno. Ellos, no; ellos se niegan, se resisten.
Firmes.
Recalcitrantemente.
2 comentarios:
Y con un par.
Me gusta mucho el dibujo...
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