miércoles, 16 de enero de 2008

El Transiberiano

Otra de cine.
Últimamente, por aquello de que estoy leyendo tres libros al mismo tiempo, más preparando clases y exámenes, más escribiendo un par de artículos, más el blog, más otros de mis vicios, y ello me conduce a no poder terminar casi nada de lo que empiezo, he decidido tirar por la calle de enmedio. Así, estoy dedicando mis baldíos -y torpes- esfuerzos intelectuales a machacar el reproductor de DVD sin contemplaciones.
Y me ha dado por recuperar joyas gloriosas, como lo es este grandioso filme, "Pánico en el Transiberiano" (Eugenio Martín, 1973). Una de las pelis que -lo reconozco- peores noches de terrores infantiles me hizo pasar. También una de las mejores películas de género que se han hecho en España. En realidad, seamos sinceros, es una coproducción hispano-británica rodada por españoles de tal modo que la mayor parte de la pasta vino de afuera, y la mayor parte del talento se puso aquí. Lo de siempre: Si a un español le pones medios, es capaz de hacer lo mismo que cualquier otro, y mejor. El problema, por consiguiente, de nuestras creaciones (en todos los ámbitos) es que aquí nunca ponemos medios para casi nadie.
Rodada en Madrid, con un descarado sabor a las producciones legendarias de la Hammer Films (hasta el tandem protagonista Lee-Cushing fue seleccionado con esta intención), y un marcado talante internacionalista, Eugenio Martin, un director de encargo con oficio y sentido común, supo poner en pie una cinta interesante, de buen ritmo, con excelentes momentos y que, fíjate tu, ha superado con bastante eficacia el paso del tiempo (viéndola no te asalta aquella nefasta impresión de "joder, cómo me pudo gustar esta castaña"). Lo cual no es poca cosa. De hecho, en su día fue bastante bien de taquilla en un montón de países. Es una pena que Martin, que demuestra saber hacer cine, no contara luego con opciones de realizar otras producciones de similar enjundia.
La historia, y esto es lo mágico, es de una simplicidad tan maravillosa que pone los pelos de punta (algo así como un imaginativo cruce entre "El enigma de otro mundo" de Christian Nyby, y "El Horror de Drácula" de Terence Fisher): Estamos a comienzos del siglo XX. Un científico encuentra en China el fosil de un antropoide de dos millones de años y, decidido como está a demostrar que Darwin tiene razón, lo sube al Transiberiano dentro de un cajón para volver a Londres y, una vez allí, hacer con él esas cosas que siempre hacen los científicos de opereta. Entonces la gente -que se mete en todo- hurga en el cajón y resulta que el antropoide está vivo y se empieza a trillar a todo el que se menea... Y comienza el "chou". Porque la excelente administración de la trama argumental que se hace a lo largo de la película, y lo bien que se sabe dosificar la información al espectador, permiten un maremagno de situaciones, giros, alteraciones y rebotes de lo más singular que entretienen un montón y que, esto es lo bueno, hasta te llegas a creer sin problema alguno. Así, al final resulta que el antropoide está vivo porque...
Bueno está. Por si alguien no la ha visto, mejor no se la destripo.
Sólo un detalle más: Ojo al descacharrante papel de quince minutos que le dieron a Telly Savalas pues, sin duda alguna, es de lo mejorcito de su irregular carrera cinematográfica. La repera.

4 comentarios:

Biedma dijo...

Raro sería que yo no te diera la razón, que casi siempre la tienes.

No recuerdo bien la trama, vi esta película -efectivamente, una de la Hammer fuera de la Hammer- hace dos mil años en dos cines de verano distintos de los muchos que había en Sevilla; que había. Y sólo conservo el regusto de haber pasado un buen buen rato de cine.

Gracias por recuperármela.

jerobibo dijo...

joder, no me la pierdo, en cuanto me haga con ella hablamos

Fernando Cámara dijo...

Totalmente de acuerdo, Paco. Para mí, seguramente, el mayor hito en el terror patrio. Mucho tiene que ver con la edad en la que te inoculas algo como esto, pero es cierto que sigue resistiendo el paso del tiempo. Siempre me ha revuelto ligeramente el estómago, en el absoluto perverso sentido, como el acartonado primer Drácula de la Hammer. Casi seguro que los espantosos ojos blancos de nuestra "Memorias del Ángel Caído" sean herencia del magnífico "Transiberiano", como así se lo hice saber al gran Eugenio Martín.

Anónimo dijo...

Su estreno coincidió con el gran éxito televisivo de "Kojak" /Telly Savalas