lunes, 14 de enero de 2008

Juanito



Juanito era un niño prodigio, tan inteligente, ordenado, obediente, solícito y eficaz en todo cuanto emprendía o se le asignaba que no pocos, comenzando por sus familiares más allegados, estaban convencidos de que si alguna vez existió un candidato a la santidad, nunca podría haber sido mejor muchacho que el bueno de Juanito.
Sería por eso que la psicóloga no podía dar crédito al informe de la masacre. Miraba la fría relación impresa en molde y luego, estupefacta, observaba a Juanito. Sus ojos oscilaban en largos giros de incredulidad. No podía ser que aquel chico hubiera podido cometer tamaña atrocidad… Porque el maravilloso chaval, el proyecto de genio, había masacrado a machetazos a toda la familia, gato incluido, sin venir a cuento, porque sí y pare usted de contar.
-Pero bueno chico… –balbuceó la anonadada psicóloga-. ¿Qué pasó?
Juanito sonrió de oreja a oreja. Angelical. Tan hermoso que cualquiera se lo habría llevado a su casa sin dudarlo. Luego arqueó las cejas pensativo. Y se decidió seguro de que aquella señora que le contemplaba con cara de boba no se enteraría de nada:
-Quería saber qué siente uno cuando es malo.
-¿Y qué se siente?
-Cómprese un machete.

3 comentarios:

Biedma dijo...

Ah, Paco, qué recuerdos tan tiernos de mi propia niñez evocas con el cuentecillo... me has emocionado.

PD:Hasta aquí me llegan las carcajadas del asesino de la katana.

Panadero dijo...

Pobre gato. Menos mal que Juanito lo tiene claro: a hostias no hay rencores.

Francis P. dijo...

Y digo yo... Porque lo único que he hecho ha sido seguir la tendencia iniciada por Biedma con nuestra amiga Mila... ¿Y si hacemos cada uno de los bloggers un cuentecillo de estos -mini, mini- por semana?

Igual hasta nos sale un libro borgiano digno de pasar a los anales.