jueves, 9 de octubre de 2008

Wall·E

Wall·E es una hermosa película.

No sólo por sus virtudes técnicas, que las tiene y en abundancia, sino porque realmente es una bonita película. De esas que le dejan a uno un buen sabor de boca cuando sale del cine y que le llevan a pensar que todavía se hacen cosas que merece la pena ver y que, contra todo pronóstico, queda gente en este negocio que tiene ideas, que sabe explotarlas y que -esto es lo mejor- es capaz de coger las viejas teorías, esas que de tanto uso son ya de caña y tapa, y reconvertirlas en algo enteramente original. Porque, claro y para empezar, Wall·E no es una película para niños. Es una película para adultos disfrazada de infancia que consigue con ello un propósito bastante sencillo (e interesante); que los verdaderos destinatarios del mensaje, los adultos, vayan a verla empujados por los niños. Al nene le llegará la cosa anecdótica (el trastazo, el chiste, la sorpresa). Al papá y a la mamá les calará el fondo de la cuestión, que es de lo que se trata aquí.

Wall·E es una fábula ecologista disfrazada de historia de amor imposible. Vale. Esto ya lo hemos visto todos y es un truco argumental viejo como el Sol. Pero sí, y pero no.

Contrariamente a lo que pensamos cuando aparecen estos pelmazos "verdes" que nos agitan el dedo en la cara y nos asolan con sus peroratas disfrazados de Teresa de Calcuta, agitándonos pancartas y consignas que ni tan siquiera han tenido la decencia de inventarse ellos mismos, no es una película beata o cursi. Al contrario. No hay eslogan alguno. No hay clichés. Sólo hay historia. Una hermosa historia muy bien contada, prácticamente sin altibajos, que te refleja y en la que te reflejas, pero que no comete el torpe error de intentar aleccionarte. En Wall·E hay mensaje, pero no superioridad moral. De hecho, en Wall·E prácticamente no hay diálogos y lo que ves es lo que hay. Por cierto -y dicho sea de paso- es absolutamente genial el modo en que los animadores han conseguido que una máquina carente de expresión transmita tanta comunicación no verbal, y sólo por esto ya merece la pena invertir en taquilla.

Wall·E es toda una declaración de principios para un mundo en el que impera lo pseudocomplejo, lo sofisticado y lo fálsamente difícil, pues muestra que se pueden decir millones de cosas, y muy bien dichas, prácticamente con lo mínimo. Es un retorno a los orígenes, cuando no estábamos tan maleados por tanto rollazo ilustrado, moderno y posmoderno. Cuando se podía ser Platón o Aristóteles sin complejos de clase alguna y sin provocar sonrisas condescendientes en la concurrencia. Wall·E responde a esos tochos ilegibles de los Derridás, los Vattimos y los Baudrillards; a toda esa parafernalia incomprensible de los economistas (pobres); al pretensionismo de los inventores de conceptos nuevos para decir lo de siempre que abundan en todos los ámbitos del conocimiento; a las supuestamente inteligentes diarreas mentales de muchos cineastas y artistas de hoy. Es una película socrática (por mayéutica) que apuesta por un discurso sencillo -que no simple ni simplificador-, que recurre a pulsiones básicas, perennes, universales, y que permite al espectador rellenar los huecos a su antojo. Sin presiones, ni urgencias. Una escuela para guionistas y, por qué no decirlo, para novelistas barrocos e intelectuales de sillón de orejas.

Wall·E, por si no ha quedado claro, es una gran y muy recomendable película y además, por cierto, muy entretenida. Una película que justifica el desdén por los mamotretos culturetas.

Esperemos que Lars Von Trier y sus mamporreros la hayan visto.

4 comentarios:

Biedma dijo...

Paco, reconozco que no se me habría ocurrido pasar a verla sin tu recomendación. Gracias por el toque.

Abrazos.

Paula dijo...

Galateos todos.

Buenas noches y muchas gracias por adoptarme.

Wall-E emociona. El pequeño E.T. del siglo XXI logró que me durmiera con una sonrisa. La versión doblada no la he visto, pero espero que con el escaso diálogo hayan hecho un buen trabajo.

Por cierto, discrepo con vuestras opiniones sobre American Beauty. Aunque admito que David me ha abierto los ojos en aspectos que no veía, sigo pensando que no es tan mala. Sigo alucinando con las caras de Spacey.

Ahora ya me podéis expulsar.

Saludos varios desde mi casa, al lado del cementerio.

Francis P. dijo...

Paula, este blog es para libreopinadores, mentes despiertas y gente con criterio.

Si te gustó American Beauty, haces muy bien en decirlo, mantenerlo y defenderlo. Faltaría más. Aquí no hay disciplina de voto. Eso se lo dejamos a los partidos políticos, que son el último resquicio del totalitarismo que nos queda en el "mundo libre".

Ahhh, ese maravilloso Fulci de al lado del cementerio. Fíjate. Esta noche me la veo por enésima vez.

Paula dijo...

Gracias, Paco.

Lo de la expulsión era una ironía. La intransigencia me puede y ya sabía, por referencias y por haberos leído, la clase de "malditos conspiradores" que sois. No esperaba menos.