Hermanos, el gran escritor Pedro Gálvez -El maestro del emperador, La emperatriz de Roma... y otras novelas inolvidables- nos obsequia con un relato inédito, demostrando, de paso, que esto de las conspiraciones no es monopolio de que los que vivimos del lado del mal.
Cuando en lo alto del Gólgota, a eso de la medianoche, murieron en la cruz dos delincuentes junto a Jesús, los dos primeros maldiciendo a Roma y Judea, el último cagándose en su padre, los apóstoles bajaron el cuerpo del Mesías y celebraron una santa cena. Bebieron su sangre y se comieron sus carnes, asadas a la parrilla y adobadas con clavo, pimienta y laurel. Y como quiera que regaron la cena con unas cuantas ánforas de vino de los altos del Golán, no pudieron percatarse de que los lobos y los perros merodeadores se habían apoderado de los huesos del Señor, por lo que nada quedó de Él.
Cuando, a la mañana siguiente, se presentaron los fieles, encabezados por María Magdalena, para dar santa sepultura a los restos de Jesús, los apóstoles, pillados en falta, no supieron qué responder. Ante ese embarazo generalizado, Pablo conservó la sangre fría, y en medio de los vapores del alcohol, logró articular:
- ¡Hermanos, Cristo ha resucitado y se encuentra ahora en los cielos!
Y fue así como nació nuestra Santa Madre Iglesia.
3 comentarios:
Ya sospechaba yo que tenía que haber pasado algo así...
¿Seguro que es ficción literaria?
A mí me parece de lo más factible.
Si me hubieran enseñado el catecismo con los cuentos de Pedro Gálvez a lo mejor ahora no sería tan descreída.
¡Enhorabuena!
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