lunes, 6 de julio de 2009

Lo insoportable, lo leve, y el ser


Es insoportable. Son insoportables. No hay quien lo aguante ni quien los soporte.
Me refiero al intelectualillo tabernario. Ese que piensa que todas sus ocurrencias son cojonudas por la simple razón de que son suyas, y que se pasa horas ensayándolas en privado para luego soltarlas en la pseudotertulia de bareto que montan él y otros cuatro como él.
Me refiero al listillo medio informado. El que eleva sus axiomas a rango de ley sin tener ni repajolera idea de lo que dice y cree -error- que su opinión importa mucho porque alguien le ha dado una columna en un periódico.
Me refiero al crítico rompe-pelotas. Ese que va más allá de su función elemental -establecer una crítica más o menos formada- y se desliza peligrosamente hacia los terrenos de la ofensa personal, del triturar esencialmente al otro por la sencilla y estúpida razón de que es crítico.
Me refiero al subvencionador oficial del reino cultural. Porque es una figura que nunca debió nacer y que, por lo general, dado que controla la alcancía, se siente en la obligación moral de establecer los adecuados parámetros de servilismo, servidumbre y clientelismo. Por supuesto, esto motiva que subvencione todo lo subvencionable -la calidad es lo de menos- con la única y exclusiva condición de que previamente se le haya hecho la pelota como es debido, con amor y fruición.
Me refiero a los que me cobran una tasa por comprar CD's vírgenes, ordenadores, impresoras, etcétera y luego, en el colmo del recochineo, quieren impedirme que los utilice para copiar los discos que ellos mismos producen a precios insoportables.
Me refiero al editor iletrado que, más allá de la calidad literaria de aquello que publica (y que suele leerse mal y entender peor), quiere vender libros como el que vende peras. Al peso. Y que encima -pobre torpe- cree que cuando se digna a publicarte algo te está haciendo un favor cuando él no sería capaz de escribir siete páginas decentes ni en diez siglos de mecánica ensayo-error. Sí. Ese editor/a que piensa que los libros existen por la simple y peregrina razón de que él existe.
Me refiero al inventor de modas. A ese/esa que decide -sin que nadie se lo pida- qué va a estar de moda el año próximo y qué no (igual da el ámbito de actuación), lo cual parece otorgarle el derecho -autoproclamado- de calificar de hortera a todo aquel no le sigue la corriente.
Me refiero a los programadores televisivos. Esos que deciden -por nuestro propio bien- qué es lo que sirve para alimentarnos el coco en su correspondiente franja horaria y luego eluden toda responsabilidad sobre sus errores argumentando que, al fin y al cabo, esa mierda es lo que la gente demanda ("la gente", esa masa sin rostro que nadie sabe quién es, pero alguien debe ser).
Me refiero a los fabricantes de éxitos literarios, musicales y cinematográficos: capaces de convertir en triunfal a cualquiera (a lo que sea) que se deje con la única -y nada banal- condición de que quiera dejarse.
Me refiero a los periodistas manipuladores y vendidos que no reconocerían una verdad aunque les mordiera el culo.
Me refiero a los políticos dedicados a exprimir el odio y la visceralidad del personal para ganar un voto con la única y digna condición de que nadie les exija que solucionen ni un sólo problema (ni responsabilidades sobre sus actos). Estos tampoco reconocerían una verdad aunque les patease la cabeza.
Me refiero a este mundo de abogados trepas y macarras.
Me refiero a los que pretenden -necios- que leyendo sus libros seremos capaces de superar cualquier problema emocional. Y a los que se lo creen.
Me refiero a los que están convencidos de que gastarse taitantos millones de euros en un futbolista es una buena inversión (y que a menudo están en el paro y nadie daría ni un céntimo por ellos).
Me refiero a los que te dan un trabajo mal pagado, cutre, con un contrato basura, y encima te exigen que les des las gracias. Y a los que te pegan una patada en el trasero tras diez o quince años laborando como un campeón, con una indemnización de mierda, y encima claman a voz en cuello por una reforma del mercado laboral.
Me refiero a los gestores de la moral ajena.
Me refiero a los meapilas y a los doctrinarios que tratan de imponer su criterio a todo quisque.
Me refiero a los guarros que no recogen la mierda de su mierda de perro cuando caga en la vía pública.
En fin...
Me refiero a todos los que aceptamos vivir en esta parodia y no hacemos otra cosa que patalear y entrar al juego.
Qué insoportable, qué levedad, qué ser.

P.D. Si. Tengo el día negro.

8 comentarios:

Biedma dijo...

Hostias.

Habría que ser muy imbécil para apostillar algo a todo esto.

Algún día, las mejores publicaciones del país se disputarán la pluma de Paco, y no tendrá tiempo para escribir artículos como éste en el Galetea, y ese será un día muy chungo.

Guillermo dijo...

La vieja pulsión descalificadora, el omnipoder de la mediocracia. ¿Estamos tan metidos en la mierda como para no reaccionar y quitérnoslos de encima? Tengo mis dudas. Pero estoy algo mayor para tener dudas.
Bien, amigo, excelente día, el tuyo. Uno de furia moral en el que, en vez del fusil, has tomado la palabra.

Pike Bishop dijo...

Estoy de acuerdo contigo. Particularmente me gustan las conversaciones con tipos que me dejan dos o tres silencios memorables mientras los mediocres tratan de sentar cátedra.

Pedro de Paz dijo...

Como bien apunta el hermano Biedma, ¿qué añadir a partir de aquí sin parecer pretencioso?

Comprendo -y comparto gran parte de- tu cabreo, hermano Pakosky. Por aquí andamos, pa' lo que haga falta.

(Si vas a organizar una barricada, el jueves me viene algo mal. Avisa antes)

jerobibo dijo...

lúcido post, hermano pakosky, y encima me pillas en un momento en estoy hasta los huevos de muchos de estos gilipollas que mencionas, nada que añadir, está todo dicho

abrazote

Luis de Luis dijo...

Paco,
Mucho me temo, que este post es simplemente enorme y no es el mejor del año pq, en estos seis meses(más o menos), que quedan del 2009 tienes tiempo de sobra para dejarnos boquiabiertos varias veces.

¡Ponte a ello!

Reptante dijo...

Demasiados son los días negros en este mundo de cabezas sin rostros, demasiados también los enemigos. Caminamos siempre como desterrados, ocultos bajo la clandestinidad de una turbia sonrisa. Bienaventurados aquellos que en algun momento de la vida perdieron el código de barras y el número de serie. Enhorabuena camarada, se ha colgado un gol memorable.

Gomes y Cia dijo...

Con dos cojones, no, con cuatro o seis cojones si me apuras. Impresionante por contundente y cierto. Un saludo. Antonio Parra