Más que tontas, chorras. Intrascendentes.
Pero tenían mucha gracia. Y la tenían porque eran entretenidas pese a sus limitaciones presupuestarias y porque Bruce Lee -el actor más que discutible- era un tipo con magia. Un sujeto que caía bien, que molaba, una pantera que repartía pescozones y patadas con enorme talento y eficacia. Reconozcámosle el mérito: convertirse en estrella internacional y mito intergeneracional haciendo películas tan risibles como aquellas es cosa que está al alcance de muy pocos elegidos, y algo tendrá el agua cuando la bendicen. Añadamos otro detalle: películas -las de Lee- que todavía hoy se ven con interés, que entretienen sin argumento digno de consideración y que son capaces de ponerle a uno en la cara esa sonrisilla floja que se le pinta en el rostro cuando disfruta.
Decía el gran Panadero (Protesis) el otro día que deberíamos reivindicar el metraje de hora y media. El cine de chicle, pipas y terraza de verano. El cine que era cine porque entretenía y que ponía de los nervios a cuatro culturetas empeñados en condenarlo sin resultados aparentes. El cine que asesino la ley de la infausta Pilar Miró. El cine de Bruce Lee, de los pistoleros cabalgando por Almería, de los monstruos con caretas de cartón y de los policías con placa de todo a cien. El cine, CINE. El cine que creó mitos inmortales como el del gran Bruce Lee (be water my friend). El día en que Bruce Lee murió ese cine también empezó a morirse muy despacio para verse suplantado por los artificios tecnológicos, las historias infumables, los alardes de lo pretendidamente inteligente y los tostones de tres horas (o de tres trilogías de doce horas cada una, al peso, como las sagas literarias de éxito... Da igual que sea bueno o malo, pero que pese).
Personalmente, cuando me enteré de que ese antro de Hollywood al que llaman "academia" (que Platón confunda a los de allí y a los de aquí) había decidido oscarizar una cinta como Tigre y Dragón no puede evitar volver a ensayar la risa floja. Vivir para ver. Cuando yo andaba en los diez años y me sacaba la entrada en el cine del barrio para ver una de Bruce Lee solía encontrarme rodeado de gitanillos y quinquis que hablaban y no paraban acerca de la eficacia virtuosa de los "nunchacos de Bruce Ley". Entonces los listillos -siempre hay listillos preparándose el camino- cacareaban que aquel cine era un horterada. Que yo era un hortera. Que dos décadas después la tropa de los "nunchacos" se viera reemplazada en la mismísima meca del cine por un montón de celebridades millonarias me pareció algo lógico. De suyo. Al final resultó que Bruce Lee -y otros como él- habían comprendido la mecánica misma de la cosa esta a la que llamamos cine: haga usted lo que quiera, pero hágalo entretenido... Y los experimentos, con gaseosa. Es una pena que luego Ang Lee se nos confundiera y creyera que Hulk valía para hacer prácticas de laboratorio.
Y los listillos triunfaron. Y así va esto. La lástima es que ya no tenemos a un Bruce Lee dispuesto a ponerles las pilas.
Bruce Lee que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre
venga a nosotros tu reino...
P.D.1: No creo necesario recordar que el gran Bruce Lee era tan sumamente visionario que dio su primera oportunidad cinematográfica a otro gran monstruo del cine de barrio, el gran Chuck Norris. Y quién no se lo ha pasado de coña con alguna de Chuck Norris...
P.D.2: La imagen de Bruce Lee que encabeza el post es una de las fotografías promocionales de "Juego con la muerte", peli que se dejó inconclusa pues sólo rodó unos treinta minutos y hubo de ser completada por planos de otros actores y recortes sobrantes del rodaje de Operación Dragón. El traje idéntico que Uma Thurman luce en Kill Bill es un homenaje iconográfico de Tarantino a esta peli (culturilla cinematográfica, que nunca está de más).